Ana Berástegui: «El niño necesita sentirse seguro para confiar y querer a sus nuevos padres»

Fuente: Diario de Navarra.

ANA BERÁSTEGUI PEDRO-VIEJO PSICÓLOGA EXPERTA EN ADOPCIONES, INVESTIGADORA Y ESCRITORA
Autora, entre otros, de «Las adopciones internacionales truncadas y en riesgo en la Comunidad de Madrid», es psicóloga y trabaja en el Instituto de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas.

Adopción truncada, ¿abandono?

Sí, «devolver al niño» es abandono por la familia adoptiva, o retirada del niño del hogar adoptivo por grave riesgo o desprotección.

Según su estudio, las rupturas rondan el 1,5%. En Navarra ha habido 4 casos, de las 812 adopciones de 1997 a 2007 (el 0,49%).

Aplicando ese 1,5% a las 30.000 adopciones en España en los últimos diez años saldrían 450 rupturas. Y nos tememos que puede ser la punta del iceberg; en otros países europeos se dan al llegar a la adolescencia. También hay rupturas «encubiertas»; la familia no acude a los servicios sociales y no consta el cese de la convivencia… Para estos niños supone otro fracaso afectivo que les hace muy difícil volver a confiar.

Hablan de adopción «consumista».

Muchos teóricos de la familia lo aplican a la actual generación de padres, biológicos o adoptivos. Los niños han pasado de ser una garantía de supervivencia o un bien de inversión a un bien de «consumo». Se tienen hijos para la satisfacción y el desarrollo personal. Así, a veces no prima el derecho del niño a tener una familia y se olvida la especificidad de la adopción. Los actuales procesos de información y formación van logrando adopciones cada vez más reflexionadas, pero aún hay quien se acerca con una visión superficial, aunque por suerte la mayoría desiste por el camino.

Se supone que los trámites para la idoneidad son exhaustivos…

Los estudios de rupturas fueron sobre adopciones previas a 2000-2001. Los procesos de idoneidad aún se estaban depurando y no había apenas formación preadoptiva. Su impacto llevó a una mayor exigencia formativa y profesionalización de los técnicos. Pero aunque hay factores de riesgo que deben descartarse en las familias y recursos imprescindibles, como el apoyo postadoptivo, a veces las rupturas eran impredecibles; no sólo depende de las capacidades de los padres, también de la interacción con el niño.

¿Qué pueden traer en la mochila?

Las dificultades que más les suelen costar asimilar a los padres son las de vinculación: cuando los niños rechazan las muestras de afecto, o no toleran el contacto físico, o se aferran a uno de los miembros de la pareja y se alejan del otro, o se muestran simpáticos con todos menos con los de casa. Son patrones comunes en niños que han sufrido privación afectiva. También son difíciles de asimilar las conductas agresivas.

¿Es posible reconducir los casos?

Nos gusta pensar que, con el trabajo adecuado, todos los niños pueden tener una oportunidad pero no siempre se consigue. La detección temprana de las dificultades es clave. Y hay que saber que al adoptar se asume un compromiso irrevocable con el niño, aunque las cosas no vayan bien.

Amor y buena voluntad no basta.

No. El amor sí es el motor para que la familia aprenda y sea efectiva en la transmisión del afecto y de ese control socializador que entraña ser padres. Además, en las primeras etapas no debe entenderse necesariamente como contacto físico o afectivo, sino como aceptación y seguridad; parece más frío, pero es más potente.

Se habla de más riesgo con los mayores de 6 años, pero también de que son los más necesitados.

La mayoría se integra bien, siempre que la familia haya sido bien informada, conozca la realidad y quiera afrontarla responsablemente. Estos niños han podido vivir situaciones más traumáticas pero a veces son los que más desean una familia. Muchos casos de riesgo se han dado por adoptar a un niño mayor sin dejar de pensar en el deseo de un bebé.

¿Cómo surge el vínculo afectivo?

Se construye sobre otro más básico, el de la seguridad. Los niños deben sentirse seguros al lado de sus nuevos padres, que sean predecibles para él y capaces de entender y regular sus momentos de inseguridad, tristeza, miedo… Hay que llevar con él una vida estable y aprender a interpretar las señales de necesidad, a veces tenues (no parece necesitar nada porque se ha acostumbrado a no pedir al no recibirlo) o contradictorias (pide cercanía con rabietas). Y muchas veces el contacto físico debe ser progresivo, para no asustarle… Cuando el niño puede empezar a confiar en los padres, puede empezar a quererlos.

¿Por qué un libro sobre cómo hablar de los orígenes con el niño?

Hoy los adoptantes se comprometen a hablar de ello con el niño, pero esto no quiere decir que sepan cómo hacerlo y les surgen miedos.

Entonces, ¿cree en la adopción?

Los niños adoptados están infinitamente mejor que los que permanecen en instituciones o en familias negligentes. Sus problemas tienen que verse como retos normales en niños normales que han vivido circunstancias anormales y que la mayoría de las familias afronta con energía, compromiso y mucho cariño, aunque se requiera algún apoyo externo.

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