Pilar Rahola doctora en filología hispánica y catalana, periodista y madre biológica y adoptiva
Fuente: Diario de Noticias
Estella-Lizarra. Doctora en Filosofía hispánica y catalana, durante años periodista en televisión y prensa, pero sobre todo madre. Pilar Rahola tiene una hija biológica, un hijo adoptado en España y otra hija adoptada en Siberia. Por lo tanto, conoce dos procesos de adopción completamente diferentes y acercó su vivencia a unos 50 estelleses.
Qué le diría usted a una familia que está planteándose adoptar a un niño?
Yo nunca aconsejaría adoptar a nadie, pero si alguien ha tomado la decisión le diría tres cosas. La primera es que va a tener que luchar mucho, es una carrera de obstáculos y a veces son complejos; que el camino es duro pero extraordinario y que se preparen para vivir el momento más extraordinario de su vida. Yo, que he vivido la maternidad biológica y la adoptiva, sólo os puedo decir que con mi hija biológica no me acuerdo del primer beso que le di, porque seguramente le di montones de besos desde el primer minuto, pero recuerdo el primer beso de mi hijo adoptivo, porque tardé tres meses en poder tocarle porque tenía miedo a los adultos. La adopción no sólo es un acto de vida, de construcción interior y de amor, es también un auténtico momento y un auténtico caudal de felicidad.
Ha adoptado dos veces, una en el extranjero y otra en España. ¿Qué diferencias hay?
Ciertamente tengo maternidad biológica, maternidad adoptiva en España y maternidad adoptiva internacional. Fue más fácil en España y, a la vez, más duro. Porque en España, cuando adopté a mi hijo Noé, que ahora tiene 17 años y ya hace mucho tiempo de ello, la burocracia fue lenta, pero fácil porque no tienes que llevar traducciones compulsadas ni cincuenta mil millones de papeles, no te vas a un lugar del mundo que no está en ningún mapa, estás aquí parece más sencillo, pero al mismo tiempo, como entras en un proceso de adopción preadoptiva, te quedas en esa especie de limbo, ese agujero negro donde nunca sabes si puede pasar algo por lo que finalmente no tengas a ese niño.
¿Cuánto tiempo estuvo usted en el periodo preadoptivo?
Yo pasé un año y medio desde que me dieron a Noé hasta que finalmente fue mi hijo. Ese año y medio fue un año de mucho miedo. A pesar de que había sido un niño con maltrato había petición de visitas por parte de sus padres biológicos, que finalmente no se presentaban. Era un subir y bajar permanente del estado de ánimo del niño durante su reconstrucción y finalmente siempre estabas pendiente de que un juez dijera «que vuelva que con sus padres, por si acaso». Ese año y medio fue de una dureza tan brutal que yo no me volví a atrever a adoptar en España dije «me voy, me voy donde sea» y me fui a Siberia porque me llevó el mundo hacia allí.
¿Cómo es el proceso allí?
Te vas lejos, pero al menos en el momento en el que yo pasé la frontera con mi hija y mi pasaporte y su pasaporte, yo ya sabía que era mi hija, ya no había incertidumbre, ya no había miedos. Todo tiene su dificultad, estate peleando en español con traductor ruso en un pueblo perdido de Siberia, con una especie de jueza inmensa cargada de medallas que te está mirando con cara de odio. Es duro, pero al día siguiente Ada era mi hija. Aquí el juez era muy amable, muy simpático, pero tardó un año y medio en decidir y ese año y medio no se lo quiero a nadie.